viernes, 19 de septiembre de 2014

EL MIEDO ES EL MAYOR OBSTÁCULO (I)

El miedo es el mayor obstáculo para todo, absolutamente para todo. Los problemas crecen en función del miedo que les tengamos porque al final, todo es cuestión de actitud. Ante las mismas circunstancias, tenemos los seres humanos diferentes maneras de asumirlas y la peor de todas es con un temor tan grande que llegue a bloquearnos.
Esto no significa que debamos o que podamos vencer todos nuestros temores antes de salir a efrentarnos a los problemas, pero sí debemos trabajarnos para que aun con miedo, podamos seguir peleando por una vida mejor.
Hay personas que el miedo les hace soportar situaciones verdaderamente insoportables durante largos años, incluso, durante toda su vida. Personas que viven y mueren presas de su propia cárcel porque el miedo es personal. Y yo he descubierto que en realidad el miedo desaparece cuando decides racionalizarlo. Cuántas veces nos hemos hecho la pregunta, miedo de qué??? Es el primer paso para superarlo. Qué es lo peor que nos puede pasar??? Cuando llegamos a plantarle cierta cara, el miedo desaparece.
Si pierdo mi trabajo, si mi novio me deja, ¿qué puede pasar? Pues casi siempre, no pasa nada. Porque tenemos la capacidad de adaptarnos, de reinventarnos todos los días, porque podemos afrontar la mayoría de situaciones que pueden acontecernos y más todavía, sólo necesitamos creer que somos capaces de continuar y sobre todo, no tener miedo a sufrir. Porque casi todos los miedos conllevan el miedo al sufrimiento, y por miedo al sufrimiento soportamos situaciones que nos hacen sufrir todavía más. ¿Es cultural ese miedo a lo nuevo, a lo desconocido? La verdad es que natural o no, juega en nuestra contra.
Hoy precisamente he tenido la ocasión de ver el miedo en la cara de una persona que soporta una relación de pareja de maltrato por miedo a la soledad. Y ese miedo a la soledad le ha producido una soledad todavía más absoluta. Rechazo por su familia ante la falta de confianza, rechazo incluso de sus propios hijos por no saber acabar con una relación que le hace vivir de manera cotidiana su propio temor. Está más sola que sin él y su propio miedo le hace no verlo.
Pero, sin llegar a esos extremos, ¿no vivimos situaciones cotidianas con miedo? Miedo a la pérdida de esa "amistad" que nos tiraniza la vida, miedo a que nos miren mal si decimos lo que pensamos, miedo a enfrentarnos a ese compañero que nos machaca a diario... ¿Qué es lo peor que puede pasarnos si plantamos cara a ese miedo? Yo desde luego si pienso, sólo encuentro ventajas a enfrentarnos a los miedos que no nos dejan avanzar....

lunes, 1 de septiembre de 2014

LAS HERENCIAS QUE DEJAMOS

Hay ciertas herencias que deberíamos plantearnos si valen la pena dejar y sobre todo, si tenemos derecho de invadir así las vidas de los que vienen detrás.
Hay cosas que incluso inconscientemente van a heredar nuestros hijos de nosotros, y no me refiero a bienes materiales. Me refiero a ciertos hábitos, costumbres, gestos, guiños, formas de hacer las cosas... Eso es parte de "lo natural", que después decidirán si los asimilan para ellos o si los descartan.
Pero nuestras historias, nuestros fracasos, nuestros desaciertos, nuestras filias y nuestras fobias, deberíamos ser especialmente cuidadosos en no transmitir y, no hacer justamente lo contrario. Nuestros hijos no tienen culpa de que nosotros no sepamos gestionar mejor nuestra vida, tampoco son culpables de las traiciones que hayamos sufrido, de los engaños, de las expectativas truncadas, y menos todavía, de los errores que no asumimos y que preferimos endosar a otros sólo porque es más cómodo que hacernos responsables de nuestras decisiones, aunque no sean las acertadas.
Como si no tuvieran bastante en adaptarse a "este nuevo mundo" que estamos construyendo donde toca reaprender el concepto de "familia" y en el que les ha tocado vivir, como si conseguir tener éxito en la vida, en todas sus etapas no fuera bastante esfuerzo y trabajo, algunas personas (hoy por hoy no me incluyo y espero nunca hacerlo), trasladan a sus hijos sus propios miedos, sus propias iras y sus propios odios condicionando la relación y la opinión que dichos niños tengan de ciertas personas, aunque sean familiares y seres muy queridos para ellos.
Dejemos a nuestros hijos que juzguen por sí mismos según el trato que reciban, dejemos que ellos se hagan una propia visión del mundo, dejemos que elijan sus amistades y con quién quieren estar, que decidan por sí mismos sus simpatías y sus antipatías, sin venenos añadidos por nosotros. Acompañemos a nuestros hijos en su desarrollo y en su camino desde la objetividad, o mejor todavía, desde la subjetividad que nos da el inmenso amor que sentimos por ellos. Precisamente, que ese amor sea superior a nuestro ego. Que nuestra angustia por muy perdidos que un día nos sintamos, no empañe nuestro papel principal que es ser guía y ser ayuda, no un problema y una piedra en el camino de los que más queremos y de los que por ello mismo son los más vulnerables a nuestros comentarios y deseos. No olvidemos que de nosotros aprenden y que tenemos la capacidad para hacerles un gran daño en su desarrollo emocional o de ser un pilar donde construyan su autoestima, vital para una vida feliz.