lunes, 1 de septiembre de 2014

LAS HERENCIAS QUE DEJAMOS

Hay ciertas herencias que deberíamos plantearnos si valen la pena dejar y sobre todo, si tenemos derecho de invadir así las vidas de los que vienen detrás.
Hay cosas que incluso inconscientemente van a heredar nuestros hijos de nosotros, y no me refiero a bienes materiales. Me refiero a ciertos hábitos, costumbres, gestos, guiños, formas de hacer las cosas... Eso es parte de "lo natural", que después decidirán si los asimilan para ellos o si los descartan.
Pero nuestras historias, nuestros fracasos, nuestros desaciertos, nuestras filias y nuestras fobias, deberíamos ser especialmente cuidadosos en no transmitir y, no hacer justamente lo contrario. Nuestros hijos no tienen culpa de que nosotros no sepamos gestionar mejor nuestra vida, tampoco son culpables de las traiciones que hayamos sufrido, de los engaños, de las expectativas truncadas, y menos todavía, de los errores que no asumimos y que preferimos endosar a otros sólo porque es más cómodo que hacernos responsables de nuestras decisiones, aunque no sean las acertadas.
Como si no tuvieran bastante en adaptarse a "este nuevo mundo" que estamos construyendo donde toca reaprender el concepto de "familia" y en el que les ha tocado vivir, como si conseguir tener éxito en la vida, en todas sus etapas no fuera bastante esfuerzo y trabajo, algunas personas (hoy por hoy no me incluyo y espero nunca hacerlo), trasladan a sus hijos sus propios miedos, sus propias iras y sus propios odios condicionando la relación y la opinión que dichos niños tengan de ciertas personas, aunque sean familiares y seres muy queridos para ellos.
Dejemos a nuestros hijos que juzguen por sí mismos según el trato que reciban, dejemos que ellos se hagan una propia visión del mundo, dejemos que elijan sus amistades y con quién quieren estar, que decidan por sí mismos sus simpatías y sus antipatías, sin venenos añadidos por nosotros. Acompañemos a nuestros hijos en su desarrollo y en su camino desde la objetividad, o mejor todavía, desde la subjetividad que nos da el inmenso amor que sentimos por ellos. Precisamente, que ese amor sea superior a nuestro ego. Que nuestra angustia por muy perdidos que un día nos sintamos, no empañe nuestro papel principal que es ser guía y ser ayuda, no un problema y una piedra en el camino de los que más queremos y de los que por ello mismo son los más vulnerables a nuestros comentarios y deseos. No olvidemos que de nosotros aprenden y que tenemos la capacidad para hacerles un gran daño en su desarrollo emocional o de ser un pilar donde construyan su autoestima, vital para una vida feliz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario